jueves, 24 de septiembre de 2020

Un día ordinariamente absurdo de Santiago Arias Gallo

Aún debo atravesar toda la facultad y la clase ya debió haber empezado, no sé porque me gustan las clases de las 6 a.m. si me cuesta tanto llegar temprano, aunque pensándolo bien a cualquier otra hora tampoco lo haría, tal vez sea que prefiero llegar tarde en las primeras horas del día. Al entrar al salón el profesor detiene la clase para saludarme y me sonríe, no sé porque le caigo bien, en realidad no sé lo que he hecho para agradarle a varios de mis profesores, no soy el mejor estudiante, llego tarde y participo poco, solo cuando nadie lo hace y creo que no lo hacen porque la respuesta es tan obvia que no podrían demostrar que saben más que otros, yo lo hago para continuar con la clase

Al finalizar el profesor me pregunta cómo voy con la materia y me da algunos consejos, no sé qué espera de mí, en cualquier caso fui lo más amable y emotivo que pude (espero nunca pasarme con esto y ser malinterpretado).

Después de almorzar me senté en una mesa a estudiar solo, una mujer se sentó en una mesa cercana a la mía, tenía una apariencia con la cual muchos hombres se sentirían nerviosos e intimidados, yo solo sabía que estaba frente a una mujer verdaderamente atractiva, me miraba con ciertos intervalos como para que no me diera cuenta que lo hacía, momentos después me pidió un cargador de celular aunque no pude ayudarla con eso, quizás solo busca una excusa para hablar conmigo porque seguía mirándome como si tuviera la intensión de hacerlo, no es raro que las personas tengan, sin ninguna razón, un sentimiento de familiaridad conmigo, sin embargo no es usual que yo lo tenga hacia ellas, pero aunque quisiera hablar, a la hora de hacerlo nunca logro pensar en un tema que pueda acercarnos, así que para evitar este dilema mejor sigo estudiando.

Al dirigirme a las puertas de la universidad me doy cuenta que fue un día como cualquier otro, no sucedió nada que me hiciera romper ese sentimiento de indiferencia que me separa tanto del mundo y las personas que me rodean, otro día que se archivará en la lista incontable de días en los que nunca vuelvo a pensar, seguramente mañana ya lo habré olvidado, así como aquella mujer también me habrá olvidado a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario