jueves, 10 de septiembre de 2020

Pequeño dictador de Juan David Martinez Jaramillo

Como cualquier otro dictador, nuestro pequeño dictador tiene el poder inusitado en irrumpir en la vida los otros, en la historia podríamos disculpar a algunos de estos que en el ejercicio de su rol de dictadores han jugado un papel noble y bondadoso, esto sin duda, no tienen nada que ver con que dicho rol sea por supuesto necesario, no lo justifica, tal vez solo lo humaniza, sin embargo, no es el punto, estos son palabras para los pequeños dictadores modernos, los profesores, que no han de confundirse nunca con los maestros. Aislados en una técnica, en un conjunto de saberes, y respaldados por una institución educativa creíste la idea de que enseñar era transmitir un conocimiento que tu al parecer tienes, exiges a diestra y siniestra la atención y participación como si de un niño malcriado se tratase, uno al que su juguete le fuera quitado. Tienes el poder de certificar, de pasar un curso, de calificar tu capacidad de transmitir y motivar, ah no, para ti es evaluar objetivamente los saberes de los alumnos, aunque claro, vas identificando aquellos más interesados en el tema, por eso en este nuevo mundo virtual exiges asistencia, exiges cámara, exiges reconocer, identificar, e individualizar a “tu” clase. Si antes presencialmente no construías conocimiento con tus alumnos ahora menos, ahora balbuceas con la tecnología que tanto peleabas, antes el distractor era el celular, ahora tu estas en él, seguramente con cierta ayuda para entrar, ya que no te tomaste el trabajo de prender nunca las potencialidades de la tecnología, estas ahora en nuestras casas,
exigiendo con tus métodos rancios defender un modelo educativo que murió hace bastante tiempo, y al parecer no quieres saber. Ese modelo militar con alumnos como recipientes que hay que llenar y calificar a aquellos que inconscientemente tienen tus mismos valores.

Resulta que el mundo ya cambio, la universidad no. Nosotros, los pequeños esclavos somos parte del problema, la universidad era un lugar para aprender, para desarrollar nuestros intereses y potencialidades, no para certificar nuestra memoria ni nuestra mecanicista manera de responder. Lástima que viste en la hermosa labor de ser maestro una oportunidad laboral, profanaste su quehacer para capitalizar el conocimiento, lo dejaste estático, cuelgas el cadáver como un trofeo, te convertiste en dueño de cadáveres. Culparas a los estudiantes, al sistema educativo, a quien quieras, eres tú. el que reproduce este sucio esquema que te separa del mundo, que fragmenta tu conocimiento. La universidad no ha muerto, fue asesinada. La diversidad cultural, de pensamientos, de amor al conocimiento fueron acribillados por tu merito al reconocimiento, por tu incapacidad de ver los talentos particulares, convertiste tu saber en ley, dejaste de crecer y comenzaste a dictar.

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