lunes, 28 de septiembre de 2020

Ansiedades de martes de Mateo Salazar Hoyos

¿Me miraba? ¡Pff! bajé mis ojos casi de inmediato y me llevé la palma a la cara, haciendo con la cabeza un sutil gesto de negación, y con la boca una mueca propia del nerviosismo. Me sentía ridículo por siquiera haberlo considerado. Esperé unos segundos, los que percibí como eternidades antes de alzar de nuevo la vista. Ahí se encontraban aún: la silla ocupada y la mesa desordenada. Las protagonistas de su acto, adornadas con cuadernos apilados y trazos de marcadores, intermitentes y medio borrados.

A su alrededor los impetuosos estantes y las mesas atestadas de estudiantes buscando aprobar el próximo parcial. Sus amigos le hablaban, él sonreía, y con su mirada atendía a cada uno de ellos, con una ternura que solo en sus ojos había logrado ver. Suspiré. ¿Era esto el “enamoramiento” del que comentan o solo una interpretación vaga de mi parte?

Era ya una costumbre, suya y mía, aunque más mía que suya, encontrarnos producto de la “casualidad” todos los martes a eso de las 4:00 en la Efe. Habíase convertido en un hábito el pasar mis tardes entre pasillos de hojas y esencias de tintas, ojeando la imponente cúpula en el techo desde mi pequeña silla marrón, preguntándome si sería el momento adecuado para platicarle. ¿Me odiaría si supiese que solo voy a la Efe para verle? No me alcanzarían los dedos para contar las veces que hesité en acércame y presentarme, posponiendo el inevitable encuentro que tarde o temprano yo suscitaría.

Pero tal vez hoy sí. Tal vez hoy sería el día en que me tragaría esta vergüenza, áspera e incómoda, y buscaría fuerzas suficientes para levantarme de mi silla y dirigirme hacia la suya, saludarle con un gesto y pronunciar mi nombre. O tal vez no. Tal vez el próximo martes sea más prudente, al fin y al cabo hoy se le ve ocupado. Sí, muy ocupado. Ocupado del tipo: “si me hablas perderé mi concentración y me molestaré eternamente con vos”. Definitivamente el próximo martes. Suspiré derrotado.

6:40p.m. Mi oportunidad se había ido con el sol. Una tarde más de martes nadando entre anhelos fugaces y pensamientos divagantes. Mi taller vacío, de nuevo. Esquivé con desgana pero con talento el laberinto de mesas en el que estaba inmerso. Bajando los escalones con un desdén impasible devolví la mirada, y sin advertirlo le vi, dirigiéndose con prisa… ¿hacía mí? Pánico. ¿Qué había ocurrido? ¿Me habría descubierto observándole? Comprobé, escrutando mis alrededores, que no se tratara de algún delirio de importancia al cual me habría adjudicado título. —¡Mateo! —Pronunció mi nombre su voz—. Indudablemente era yo. Mil dudas se plantaban y comenzaban a deslizarse por las mangas de mi camisa a manera de escalofríos.

Todo se detuvo.

Se posó enfrente de mí con su sonrisa cordial y su actitud de empatía imbatible, tan propias de él y tan ya conocidas por mí. Soltó una pequeña risa silenciosa que en

cualquier otro contexto habría pasado inadvertida, y con una leve expresión de vergüenza disimulada me extendió su mano: “dejaste tu carnet en la mesa”.

5 comentarios:

  1. Muy buena historia, muy bien contada!!!
    Sin duda tienes mucho talento!!!

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  2. Mr encanta la imaginación que tiene el escrito, y lleva al lector a sentir emociones muy profundas

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  3. Me gusta la manera en la que la historia está escrita, pues hace al lector adentrarse en los sentimientos y emociones del protagonista

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  4. La trama hace que sea una historia intensa y apasionante, con una mezcla de sentimientos entre la tristeza y la esperanza, lo que hace que al instante de lectura la persona sienta una mezcla de emociones, además de tener esa sensación de querer que la historia continué, felicitaciones 👏🏼.

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  5. Me gusto mucho la historia, los sentimientos que el escritor refleja en su historia y como hace que el lector juegue con su imaginación.

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