jueves, 24 de septiembre de 2020

Falta erotismo para ser un cuento ganador de Edwin Gabriel Avella Faura

Ese Chico había entrado en paro; su manera de manifestar era quedarse todo el día jugando en la cancha, alegando que seguir estudiando mientras la lucha no se había resuelto era absolutamente ridículo. Jugaba voleibol para hacer posesión de la universidad y entre juegos dar a conocer sus ideas. Toda lucha era su lucha; estaba en contra de las parejas que se acuestan en los pasillos a la hora del almuerzo, a favor de hacer un monumento a la marihuana en el “aeropuerto”, en contra del peinado común y corriente de los de ingeniería, a favor de poner jabón Rey en las duchas, en contra de que los de economía usaran camisas polo, a favor del equipo de voleibol femenino, en contra del equipo de voleibol masculino, a favor de todo lo que salía en la página de memes de la U, en contra de todo lo que salía en los periódicos, excepto el horóscopo, pues era lo único cierto que salía allí.

En la cancha él y El Flaco organizaban los equipos; cada equipo elegía a una de las gemelas para empezar parejos, después a los altos y, por último, quedaban los de economía que se rifaban al azar. Las apuestas eran muy frecuentes en la cancha como una forma de ponerle emoción al juego, pero no solo en la cancha, los celadores mediante las cámaras observaban el juego y a través de los radios se apostaba con los de las otras porterías; mientras el partido se jugaba se prohibía hacer ronda, pues podría desconcentrar a los jugadores; eran apuestas muy seguras.

El último partido que mi memoria no permite olvidar fue un viernes en la noche, El Llanero estaba de árbitro; su función era darle la razón al que más pataleara por cada punto, la apuesta en esta ocasión era de dos mil pesos. Ese Chico lideraba mi equipo y El Flaco era el enemigo, antes de empezar Ese Chico nos dio un recorrido narrativo de las luchas sociales desde 1929 en Colombia, decía que ese triunfo también sería para el pueblo, con esos dos mil apoyaríamos al vendedor ambulante de jugos, en cambio, los del otro equipo comprarían una vil gaseosa.

Los celadores ya se habían alertado del comienzo del partido, V25 era el código de alerta que iba acompañado del valor de la apuesta, por lo general las apuestas iban en contra del equipo que tuviese más jugadores de economía. Al estar perdiendo, El Flaco alegó que se debía anular el partido porque ellos habían elegido a la otra gemela, pero se la habían cambiado, hubo una discusión, el árbitro dictó que el partido debía decidirse en un último set. Continuando con el partido, la luz de los postes se apagó, nadie recordó que a las 22 horas la cancha se quedaba sin luz, no se podía continuar, algunos opinaron que un piedra papel o tijera era una manera justa de resolverlo, pero nadie se sentía con suerte ese día; al final se cuadró volver al día siguiente y concluir el encuentro; pero al otro día nadie volvió, ni al siguiente, ni la semana después, ni al mes, el partido aún está pendiente.

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