viernes, 18 de septiembre de 2020
Método de Andrés Silva Duque
“Quería ser etérea, amorfa. Quería que mis contornos se encontraran sumidos en dimensiones infinitesimales y expandirme en esa realidad. Quería ser una onda maleable, mutar en intrincadas geometrías y ser exploradora de universos inasibles”. Era hora de regresar a casa, lo sabía porque el cielo violáceo fue inundado por estertores de amazonas rezagadas. Salió de su oficina, las lámparas refulgían en los senderos mientras pasaba por las calles adoquinadas y los edificios decimonónicos; pronto se percibió rodeado por edificios masivos, bloques de concreto que aún atesoraban algunos alientos de vida, paredes acorazadas, hieráticas ante las pinturas beligerantes, ante los rostros de los héroes de las escaramuzas que alcanzan la posteridad al inscribir su signatura sobre piedra. Decidió sentarse y experimentar por un instante la penumbra, en la periferia distinguió la silueta de algunas zamias, vestigios de bosques inexistentes y testigos de atroces calamidades; sintió el vapor de los ferrocarriles, surcando cornisas y penetrando bloques macizos de batolito, vislumbró los grandes murales de las cúpulas, allí se perdió, en la levedad del tiempo y en la multitud de figuras corpóreas. “En fin, quería ser, al confrontar la prosaica realidad ahora tendré que sufrir afrentas públicas, estaré sometida a férreas pruebas y me confinaran mediante intransigentes restricciones. Desligada de mi sueño de trascendencia, únicamente espero que entre los anaqueles alguien encuentre un instante de orden y quietud”.
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