martes, 18 de agosto de 2020

Visiones en el prado de Johanan Ramos Loaiza

Ayer salí de clase de historia de Colombia, la cabeza me dolía de tanto leer y pensar en la época colonial, así que me acosté en el prado y cerré los ojos; de pronto lo divise:

Veía a Juan Nepomuceno de los ríos, vecino de la ciudad de Cartagena, mientras se dirigía a su casa caminando despacio y sin ningún temor, en el año de nuestro señor de 1740 en el mes de marzo.

El venia de observar la llegada de nuevos esclavos, mano de obra buena aunque algo cara para su bolsillo golpeado en los últimos años, cuando de súbito cae una bomba en mitad de la calle; juan desorientado, herido y golpeado, se levanta y caminando rengo y lento va hacia su casa, preocupado por su esposa e hijos y posesiones; rogando al santísimo que no sean menoscabadas sus posesiones.

Resulta que había arribado al puerto, el temible almirante ingles Vernon; no obstante la preparación constante y sin parar a la que se había sometido la ciudad en los últimos meses, el arribo del almirante los lleno de temor.

Pronto llegaron los negros de Juan a ayudarlo, llevándolo en volandas a su casa, donde ataviado de su uniforme se vistió cual Adriano y surgió de sus heridas para la guerra, y al son de sus gritos sus hombres corrieron cual corceles para la batalla.

Se pertrecho en un alcazabar, donde divisaba a los descreídos del norte, y disparaba con eficacia y puntería de manera tal que cada tiro correspondía a un muerto.

Mientras tanto sus negros lucharon a sangre, sudor y fue contra los invasores. El tiempo llego y el invasor fue repelido para gloria apostólica; Juan fue premiado por el regidor, debido a sus grandes servicios y resulta valentía, con los mejores vinos, jamones y oro; y de resultas que también fue nombrado caballero.

Pero no todo fue alegría en aquel día para Juan, pues lastimosamente al llegar a su hacienda, se enteró que un negro de nombre alirio, quien había vuelto lastimosamente sin una pierna del combate (razón por la cual ya no servía para el trabajo); se había robado de la bodega una salchicha sin mediar permiso y aunque se había sido castigado, Juan no tuvo más remedio que matarlo.

En fin no todo puede ser alegría en esta vida, pensaba Juan.

Me levante con la cabeza fresca, pero lamente llena de preguntas, entre ellas ¿qué hubiera sido de mis antepasados de haber sido negros? De pronto recordé que si lo eran, me monte en la bicicleta rumbo a mi casa.

5 comentarios:

  1. Me encanto... Un cuento que nos pone a pensar

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  2. Genialidad de principio a fin, nos hace reflexionar.

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  3. Excelente! Relato corto y agradable que remueve la mente.

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  4. Me gusto este cuento, es conciso, profundo y te hace cuestionar el sistema en el que estamos. Le doy un 10

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  5. Exelente cuento, lleno de realidades tristes de nuestra historia cargada de sangre inocente, regada por la ambición y la avaricia.

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