Entre las paredes se esconde, pero no huye al ser encontrado, habla por lo bajo buscando ser escuchado, dando pistas, eligiendo enviados, quiere ser merecido y deseado. Su vanidad se sonroja al contactarlo, su orgullo se turba al ser olvidado. ¿De donde viene? nadie lo sabe, más hay dos versiones muy generales. Algunos se lo atribuyen a un Dios o a dioses, a la magnificencia divina que fue concedida a sus valientes místicos; mientras otros se adjudican su origen con modestia, cual dirigente del medioevo. Claro está que algo de tal magnitud y poderío no se le podría atribuir solo a uno, sería imposible, pues ¿cómo una partícula podría llegar en soledad a ser molécula?, ni con el mayor ingenio o engreimiento se lograría justificar el acaparamiento absoluto de este, por eso, entrelazan las memorias que fueron con las que son y se proclaman como superiores ante sus iguales. Desconocen que aquel furtivo esta fuera de su alcance, pues no se puede contener a lo abstracto y menos si este es naturalmente libre. Pero poseer es la fantasía con la que jactan su engreimiento aquellos buscadores. Son ellos a quienes se les ve ostentar el saber con caminar recto y mirada altiva, cuando solo obcecan su ser a cualquier contrariedad del pensamiento que se han impuesto.
Con tal banalidad y subjetivismo, de nada sirve buscar un origen, pues aquello que buscamos solo está ahí y aunque lo sabe todo, nunca ha dado destello sobre su proceder, nos condenó al olvido su cuna. Quizás fantasea en su espera, con encontrar algo digno, pero en este mundo suena a milagro. Esta sombra que no se refleja, ni tiene forma, se ha construido una imagen. Y aunque no toma favoritos, a veces se ensaña y se divierte otorgando un poco más, mostrándose a la luz de las ideas.
Cuenta la historia que pasados los siglos existió Alguien, con modestia y amabilidad tan carente de su especie que aquella sombra se mostró intrigada. Por primera vez no era buscada aunque si aceptada. Tanto se extrañó, que se mostró a la figura con su mayor esplendor; siempre había sido ella a la que habían deleitado pero esta vez se vio en la necesidad de deleitar. Alguien al verla, con parsimonia real se paró, la observo y como el primer rayo del sol, fugaz pero certero, enarco una leve sonrisa, tan compleja, tan hermosa… tan digna. Ahí la sombra entendió que ella misma se había cegado al sentirse superior, había dejado escapar este hecho por nunca plantearse la posibilidad. Su ser se acongojo por el suceso pero se recompuso súbitamente al comprender lo que Alguien había sabido antes que ella. Era su par, su otra mitad, ella era la sombra y Alguien su perpetuidad.
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